En verano hay una cita obligatoria con uno de los vecindarios con más solera de Barcelona. Las fiestas de Gràcia, que se organizan a mediados del mes de agosto, son el orgullo del barrio. Si ya de por sí este es una zona muy vivaracha, durante una semana explota de alegría. Las calles exponen con orgullo verdaderas obras de arte hechas a partir de materiales reciclados, y de unos balcones a otros, por una vez, en vez de ropa al sol, tienden paraguas, frutas gigantes, o hileras de ojos. Hay sitio para referentes de la literatura (Alicia en el Pais de las maravillas, gigantesca), mitos del cómic (la plaza de la Vila reconvertida en la aldea de Asterix y Obélix), de la gastronomía o de lo que quepa en la imaginación de los vecinos más habilidosos. Comidas populares, actividades culturales, verbenas, bailes hasta el amanecer, gigantes y cabezudos, castellers, correfogs. Está todo, sólo que en un espacio muy reducido. Si uno es capaz de aguantar el ritmo, es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida.
