11.11.14 / PLANES
Es la pregunta que cambió la vida de Marga. Estadounidense con ganas de recorrer mundo, llegó a Madrid como parte de su programa de estudios en Historia del Arte. Siguiendo el consejo de un profesor, se fue a ver arte un poco más lejos: una simple visita a Segovia desembocó en una historia digna de película romántica. Marga se quedó en Segovia, donde, con su marido, ponen toda su ilusión al frente de un restaurante que se ha convertido en toda una referencia: La Postal. ¿Su rasgo más distintivo? Un vagón de los años 50, que Antonio, el marido de Marga buscó incesantemente durante años hasta llevarlo a su sitio actual: en un jardín con una espectacular vista de Segovia. ¡Porque las ideas más excéntricas son las que hacen del mundo un lugar mucho mejor!
El vagón-restaurante “Antonio Machado” hace honor a los innumerables viajes del poeta entre Segovia y Madrid para ver a su amada Guiomar: el tren es concebido como un lugar de inspiración y de disfrute del paisaje, y eso es precisamente lo que podemos encontrar a bordo del vagón de La Postal…¡con el delicioso añadido de una excelente comida! El vagón nos ofrece una experiencia gastronómica total (desde el afamado cochinillo segoviano hasta platos de cocina moderna) y, sobre todo, grandes dosis de un romanticismo muy necesario ahora que llegan las bajas temperaturas. Si el plan gastro-romántico nos apetece en noviembre, nos esperan en Segovia setas y un menú especial dedicado a la Muestra de Cine Europeo. A los que prefieran tomarse la escapada con calma, les recomendamos esperar a febrero para vivir en todo su esplendor las fiestas de Zamarramala, “el pueblo donde mandan las mujeres”. Hasta aquí podemos leer: las mejores experiencias vienen de dejarse sorprender.
A los que prefieran tomarse la escapada con calma, Marga y Ana, la directora de comunicación de La Postal, les recomiendan esperar a febrero para vivir en todo su esplendor las fiestas de Zamarramala, “el pueblo donde mandan las mujeres.Hasta aquí podemos leer: las mejores experiencias vienen de dejarse sorprender.
Y de sorprender, en La Postal saben mucho, mucho. Un ambiente especial y un carácter amable y encantador que saben transportarnos a otro mundo. Un mundo muy romántico, en el que los minutos pasan más despacio para poder saborear el momento y, sobre todo, permitirnos un lujo al que en el siglo XXI pocos podemos dedicar tiempo: mirar por la ventana a un paisaje de cuento.
