25.07.21 / GASTRONOMÍA
Dentro del mercado cafetero, el arábica es considerado la mejor variedad. No en vano ocupa cerca del 60% de la producción mundial y es el favorito de la mayoría de los entusiastas del café. Te contamos de dónde viene y qué lo hace tan especial.
El café arábica proviene de los granos del Coffea arabica o Cafeto arábigo, un arbusto originario de Etiopía y Yemen, en Medio Oriente. En la actualidad, la mayor parte de su producción viene de países de África y América del Sur, pero se comercializa en casi todos los rincones del mundo. Esto es lo que lo caracteriza:
Los granos son alargados y delgados en comparación con el café robusta, el otro gran referente. Además, los de arábica tienen una fisura en forma de “S” que suele ser el principal distintivo para los poco conocedores de la materia.
Su sabor es delicado, sutil y equilibrado, y una vez lista, la bebida tiene una textura ligera. En cuanto a aroma, el café arábica tiene matices de frutos silvestres antes de tostarse y luego de tostado sus notas son ligeramente dulces.
Las plantas arábicas crecen en zonas elevadas que van desde los 800 hasta los 2000 metros sobre el nivel del mar. El resultado es una producción más lenta y delicada, pero un mejor perfil organoléptico.
El arábica tiene un máximo de 2% de cafeína, por lo que es muy suave, en especial si lo comparas con el robusta, que llega a 4%.
Todas estas características le confieren al café arábica la categoría de gourmet. Y aunque la mayoría de las marcas que encontramos en el supermercado corresponden a una mezcla, si quieres un café verdaderamente superior debes buscar una composición 100% arábica.
Cuando se trata de café, lo que más nos importa es disfrutar de sus aromas y sabores, sin reparar en nada más. Pero si eres un poco más curioso, te gustará conocer ciertos detalles del café arábica que lo hacen todavía más peculiar:
El café arábica es sinónimo de buen café. Y por eso todos nuestros cafés fríos de Kaiku Caffè Latte están hechos con esta variedad. Porque no importa si va con o sin leche, dulce o amargo, espresso o americano, siempre tiene una calidad superior. Por eso no es de extrañar que los baristas, los productores y los amantes del café lo prefieran y consideren el mejor del mundo.